Sobre
una casa muy antigua, centenaria, se pretendía hacer una actuación de
la que en principio no se tenía muy claro su alcance ni su finalidad.
Fue mi primer encargo, mi primer proyecto ejecutado, y como todas las
primeras cosas fue mucho mayor el entusiasmo y mis expectativas que
quizá el resultado que fui capaz de lograr. Pero siempre será el
primero.
El tipo de vivienda existente era de las habituales en el pueblo, una nave paralela a la calle ocupando un fondo fijo, en planta baja con estancias principales a calle (sala de estar) y patio (cocina y habitación), pasillo perpendicular a fachada y escalera de conexión con el pasillo de arriba, paralelo ahora a fachada para dar servicio a los dormitorios a exterior e interior. El número y tamaño de baños y/o aseos suele depender de la antigüedad, en este caso como era lo habitual es una pieza incorporada bastante después bajo la escalera.
El tipo de vivienda existente era de las habituales en el pueblo, una nave paralela a la calle ocupando un fondo fijo, en planta baja con estancias principales a calle (sala de estar) y patio (cocina y habitación), pasillo perpendicular a fachada y escalera de conexión con el pasillo de arriba, paralelo ahora a fachada para dar servicio a los dormitorios a exterior e interior. El número y tamaño de baños y/o aseos suele depender de la antigüedad, en este caso como era lo habitual es una pieza incorporada bastante después bajo la escalera.
Todos recordamos la casa de los abuelos como si hubiera sido
el fin de semana pasado la última vez que fuimos, con las magdalenas que no
había en tu pueblo y el olor a patatas asadas de las tardes de otoño e
invierno, que entonces sí había estaciones. El palomar, el corral con los
animales, el perro, la huerta, el río…
Pero vuelves y no hace una semana, hace unos años. Muchos.
El abuelo ya no está, y la casa llena de misterios, cámaras en semioscuridad y
puertas cerradas ahora la ves con los ojos de persona (¿) mayor (?) que se fija antes en las carencias que en las
posibilidades. Nos hicimos cómodos en algún momento, pero nadie nos lo
advirtió.
La divagación anterior es un recuerdo personal que me
permito la licencia de incorporar ahora que pienso en por qué la propietaria
dudaba entre conservar y reformar la vivienda existente, o hacerlo todo nuevo.
Esta solución era desde todo punto de vista la más recomendable, la más segura,
la más razonable. Pero antes que la razón estaban los recuerdos, y cuesta
decidir que el último sea un montón de escombros sin estar
totalmente seguros de que no había otra opción.
La intervención en la vivienda obligaba a rehacer por
completo los forjados interior. La primera propuesta iba por ahí, por una
redistribución de estancias y elementos estructurales dentro del volumen
original de la vivienda, respetando incluso los huecos exteriores. A ella no
tardo en unirse una pequeña ampliación en planta baja para la habitación principal,
lo que además regularizaba una parcela con mucha profundidad y ancho muy
cambiante.
La siguiente opción estudiada fue mucho más ambiciosa, ampliando
la superficie de la vivienda en el interior de la parcela con la pretensión de
hacer una parte de la vivienda que pudiera usarse de manera independiente al
resto (por ser una segunda residencia con aspiración de llegar a ser primera en
el futuro). Ello hacía que los patios que se crean pasen a formar parte del
conjunto, al abarcarse por la edificación y quedar su tamaño más “manejable”.
Finalmente se optó por conservar el volumen original, imagen
y carácter de la intervención, como espacio sin uso determinado de
homenaje y respeto al pasado, mientras que toda la vivienda se desarrolla en un
volumen independiente en el interior. De nuevo los patios eran el
elemento de conexión con el que se controla el tamaño total de la parcela.
No sería sincero si dijera estar absolutamente contento del
resultado, pero si alguien es capaz de hacer las cosas totalmente bien a la
primera, ese no soy yo. Si reconozco pequeñas alegrías, como la amabilidad del
paso a la vivienda y de su relación con los patios, y el estudio en 2 alturas
que relaciona el patio interior más privado con la planta de arriba y la
terraza, desde la cual la torre de la iglesia lo controla todo.
Y lo más importante, la sensación de que la propietaria está
razonablemente contenta con el resultado. Un encargo contenido con una solución
adecuada que es del agrado de quien, al final, debe juzgar su acierto o no.
Ante eso, hay poco más que añadir. Al menos, por mi parte.