jueves, 12 de julio de 2012

Casa junto a la Iglesia



Sobre una casa muy antigua, centenaria, se pretendía hacer una actuación de la que en principio no se tenía muy claro su alcance ni su finalidad. Fue mi primer encargo, mi primer proyecto ejecutado, y como todas las primeras cosas fue mucho mayor el entusiasmo y mis expectativas que quizá el resultado que fui capaz de lograr. Pero siempre será el primero.

El tipo de vivienda existente era de las habituales en el pueblo, una nave paralela a la calle ocupando un fondo fijo, en planta baja con estancias principales a calle (sala de estar) y patio (cocina y habitación), pasillo perpendicular a fachada y escalera de conexión con el pasillo de arriba, paralelo ahora a fachada para dar servicio a los dormitorios a exterior e interior. El número y tamaño de baños y/o aseos suele depender de la antigüedad, en este caso como era lo habitual es una pieza incorporada bastante después bajo la escalera.

Todos recordamos la casa de los abuelos como si hubiera sido el fin de semana pasado la última vez que fuimos, con las magdalenas que no había en tu pueblo y el olor a patatas asadas de las tardes de otoño e invierno, que entonces sí había estaciones. El palomar, el corral con los animales, el perro, la huerta, el río…

Pero vuelves y no hace una semana, hace unos años. Muchos. El abuelo ya no está, y la casa llena de misterios, cámaras en semioscuridad y puertas cerradas ahora la ves con los ojos de persona (¿) mayor (?) que se fija antes en las carencias que en las posibilidades. Nos hicimos cómodos en algún momento, pero nadie nos lo advirtió.

La divagación anterior es un recuerdo personal que me permito la licencia de incorporar ahora que pienso en por qué la propietaria dudaba entre conservar y reformar la vivienda existente, o hacerlo todo nuevo. Esta solución era desde todo punto de vista la más recomendable, la más segura, la más razonable. Pero antes que la razón estaban los recuerdos, y cuesta decidir que el último sea un montón de escombros sin estar totalmente seguros de que no había otra opción.

La intervención en la vivienda obligaba a rehacer por completo los forjados interior. La primera propuesta iba por ahí, por una redistribución de estancias y elementos estructurales dentro del volumen original de la vivienda, respetando incluso los huecos exteriores. A ella no tardo en unirse una pequeña ampliación en planta baja para la habitación principal, lo que además regularizaba una parcela con mucha profundidad y ancho muy cambiante.

 
La siguiente opción estudiada fue mucho más ambiciosa, ampliando la superficie de la vivienda en el interior de la parcela con la pretensión de hacer una parte de la vivienda que pudiera usarse de manera independiente al resto (por ser una segunda residencia con aspiración de llegar a ser primera en el futuro). Ello hacía que los patios que se crean pasen a formar parte del conjunto, al abarcarse por la edificación y quedar su tamaño más “manejable”.


Finalmente se optó por conservar el volumen original, imagen y carácter de la intervención, como espacio sin uso determinado de homenaje y respeto al pasado, mientras que toda la vivienda se desarrolla en un volumen independiente en el interior. De nuevo los patios eran el elemento de conexión con el que se controla el tamaño total de la parcela.
No sería sincero si dijera estar absolutamente contento del resultado, pero si alguien es capaz de hacer las cosas totalmente bien a la primera, ese no soy yo. Si reconozco pequeñas alegrías, como la amabilidad del paso a la vivienda y de su relación con los patios, y el estudio en 2 alturas que relaciona el patio interior más privado con la planta de arriba y la terraza, desde la cual la torre de la iglesia lo controla todo.

 
Y lo más importante, la sensación de que la propietaria está razonablemente contenta con el resultado. Un encargo contenido con una solución adecuada que es del agrado de quien, al final, debe juzgar su acierto o no. Ante eso, hay poco más que añadir. Al menos, por mi parte.